Dice
la leyenda que Momo, hijo del sueño
y de la noche, presidía las fiestas
de los locos. Considerado la divinidad
de la burla inteligente, Momo
se convirtió en el protector de
todos aquellos que se entregaban al
jolgorio.
Momo se burlaba de las divinidades
y fue famoso por divertir a
los dioses del Olimpo con sus críticas
agudas y mímica grotesca. Se
presentaba con las características propias
del bufón: un gorro con cascabeles,
cetro y máscaras. La
costumbre de rendir culto al rey
Momo tiene su origen en las fiestas
paganas de hace más de 5.000
años en Sumeria y Egipto y en
las saturnales del Imperio Romano, que
veneraban a Saturno, Señor
de la Cosecha. Eran ritos de
purificación, celebrados en el mes
de febrero y que daban cuenta del
pasaje de un año a otro en el
que se producía la renovación del
cosmos. Actualmente,
el sábado de mal humor, o
sea, la víspera del domingo de
carnaval, el Rey Momo desfila al frente
de un bullicioso cortejo que se
dirige al cementerio más cercano, donde
el mal humor recibirá la
sepultura que se merece. Desde su
cómico carro alegórico a Momo
le
gusta divertir al público con sus bromas
y al día siguiente, después de
cederle el trono a la reina de la festividad,
desaparecerá entre los cientos
de enmascarados, arrojando venenosas
palabras y lamentando la
pérdida de su reinado.
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