Esta vez, con todo un clásico que han disfrutado generaciones y generaciones, los castillos de cartas.
Lo primero que hay que tener son unas cartas no muy arrugadas. Luego lo más importante es elegir un buen lugar para nuestra gran construcción. Deberá ser una superficie equilibrada (no una mesa que cojee) y no muy lisa: una alfombra, o sobre el mantel de la mesa del comedor o sobre un trapo de cocina (¡limpio y seco!).
También es necesario que no haya corrientes de aire y un lugar donde estemos tranquilos: el éxito del castillo depende mucho de lo relajados que estemos.
Empezamos a construir: lo normal es apoyar las cartas una sobre otra por su lado más corto, pero es más sólido si las apoyamos por el lado más largo, como una tienda de campaña. Agarramos dos cartas entre el índice y el pulgar de cada mano y aguantamos la respiración hasta que podamos soltar las cartas, o nos dé un mareo. Dicen que los castillos salen mejor si emparejamos las cartas según su número, pero esto no está comprobado.
Cuando hayamos hecho esto como cuatro veces, una al lado de la otra, viene lo más difícil, que es cubrir cada par de montañitas con más cartas sin que aquellas se hundan:
sólo puedo recomendarte suerte y que controles el pulso haciendo respiraciones largas y pausadas. Ya puedes ir al siguiente nivel, repitiendo el primer paso pero en vez de cuatro harás solo tres parejas, luego dos y luego una para acabar tu imponente castillo.
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